A pesar de la histeria colectiva generada por la alerta roja, el consuelo es que el aire de Medellín no es el peor del planeta, ni siquiera el peor de América Latina.
O sea que ante la expresión de Malory Agudelo (@MaloryO_o) en twitter: “Estoy muy confundido, alguien puede decirme si ya se puede contaminar normal”,la respuesta es que se puede, prenda el carro, si lo tiene. Pero cuidado con dejarlo prendido dentro del garaje, porque se puede morir intoxicado. Préndalo en la calle, ponga las noticias o su música preferida, para que los muertos seamos todos. En los últimos treinta años, segúnestudios del epidemiólogo de la Universidad de Antioquia Elkin Martínez, han muerto más de cincuenta mil personas por razón de la contaminación atmosférica. La población de un pueblo como Girardota, al norte del Valle de Aburrá, diezmada por un asesino silencioso, disperso, múltiple, económicamente boyante, pero insostenible biológicamente.
Todo aquel que gana un sueldo bueno quiere comprar carro. Es sinónimo de éxito en una sociedad mecánica. Es, por supuesto, un éxito artificial, síntoma de que se está inserto en la máquina. Mientras tanto los millones de gentes sin carro tenemos que viajar parados en el metro en las horas pico, apretándonos unos contra los otros: sardinas enlatadas al sudor. Y “colgados como unos micos” en los buses que trepan a velocidades de infarto por los callejones de los barrios populares de la ciudad.
Hace tres años, porque no hay datos actuales, la contaminación atmosférica en Medellín mataba ocho personas diarias, una cada tres horas, tres mil por año. No obstante, Medellín no es todavía el municipio más contaminado del país, informa, en días críticos, El Colombiano: es La estrella, al sur, donde los vientos llevan toda la contaminación del valle de Aburrá. Un estrecho reducto de montañas donde diariamente, según cifras oficiales, circulan 382 carros nuevos, sumándose a los 1.348.000 que ya contaminaban, con la industria (que termina de enriquecer la toxicidad atmosférica).
Y las medidas tomadas por la autoridad ambiental (Área Metropolitana) para paliar la crisis, comolo denunció con vehemencia el escritor Pablo Montoya:“son medidas falaces (…) porque no confrontan con beligerancia, valentía e inteligencia el protagonista más nefasto en la incrementación de la crisis: ellobbyautomotriz, ellobbyconstructor y ellobbyindustrial”.
Ante estas fuerzas mortíferas cuya ambición de lucro no tiene fondo, el poder político es apenas una pantomima de burócratas que se reúnen para tomarse fotos y montarlas en las redes sociales, con 140 caracteres de buenas intenciones que aplacan a la prensa, pero no detienen la mortalidad del aire que respiramos.
Escribía Jaime Jaramillo Escobar, en su poema "Convocando el olvido":
Actualmente ser hombre es tener automóvil. Si ser hombre es tener automóvil, sería mejor ser automóvil.
De hecho hay muchos hombres para quienes la vida carece de sentido sin automóvil. En él se instalan durante el breve recorrido de su eternidad.
Y dice Jesús: “Bienaventurados los que no tienen automóvil, ni fornican con máquinas. Bienaventurados los que tienen las manos vacías porque ellos serán colmados de Nada”.
Ilustración por Valentina.