El reciente paro de la Cumbre Nacional Agraria y la Minga Indígena, tras dos semanas de protestas, bloqueos de vías, movilizaciones, acciones políticas y culturales en cien puntos de la geografía nacional
con mayor énfasis y fuerza en el departamento del Cauca, deja un balance positivo que hay que acompañar y hacerle seguimiento para que no se apague la chispita de luz que alimenta la esperanza del cambio en Colombia.
Ante todo, fue el resultado de la resistencia indígena, campesina, afro y popular que puso de nuevo una alta cuota de sacrificio humano: tres guardias indígenas asesinados, Willington Quibarecama Nequirucama, Gersaín Cerón y Marco Aurelio Díaz; más de un centenar de heridos y varios judicializados. Por Oto Higuita
El movimiento tiene su antecedente inmediato en el paro nacional agrario del 2013, que movilizó a los sectores representados en la Cumbre Nacional Agraria, convirtiendo el paro en una protesta que se extendió por casi todo el país, incluida la movilización en algunas de las principales ciudades. Este paro presentó un pliego que fue acogido inicialmente por el gobierno de Juan Manuel Santos, que luego fue, poco a poco, diluyendo y evadiendo su compromiso reunión, tras reunión, con la Mesa Única de negociación. En resumen, el Estado, por medio del gobierno central, incumple a la Cumbre el pliego de ocho puntos que presentó. Salvo algunas pequeñas concesiones, en más de un 80%, el gobierno incumplió. Pésima señal, que comprueba lo que ya sabe de sobra el movimiento popular colombiano: el incumplimiento por parte del Estado (negocia el gobierno a nombre del Estado) de lo que se acuerda en la mesa de negociación.
Esta vez, se firmaron unas actas de compromiso entre delgados del gobierno y la Cumbre y Minga el pasado 12 de junio, día que se levantó el paro y los bloqueos. Se cree que el gobierno está comprometido en darle solución al pliego. Que incluye retomar los compromisos del 2013; brindar garantías para la movilización y protesta; avanzar en el reconocimiento de los Territorios Campesinos Agroalimentarios; conformar una comisión que revisará el tema minero-energético, los títulos y licencias ambientales para la explotación minera; ampliar el espacio para hablar de minería desde los intereses de las comunidades, amparadas en sentencias recientes de la Corte Constitucional. Así mismo incluir la categoría campesino, tanto en el censo del DANE, como avanzar hacia su reconocimiento jurídico y político.
El paro nacional agrario y la Minga nos deja enseñanzas y retos: sigue encendida la llama de la esperanza del cambio y la conquista de la democracia, los derechos y la paz con justicia social en Colombia.
Y como reto, tal vez uno de los más importantes, es la construcción del sujeto político del cambio. ¿Cómo, con quiénes? Para las condiciones nuestras, y ante el nuevo momento que crea los diálogos de paz y la posibilidad del fin del conflicto armado, partimos de reconocer que éste existe, aunque disperso y atomizado. Por ejemplo los sectores que vienen jalonando los paros y las protestas: Cumbre y Minga.
De lo que se trata es de su articulación, su construcción para unir en una agenda y estrategia común, su pluralidad y diversidad. Por tanto no lo constituiría aisladamente ninguno de los sectores que hoy están a la ofensiva por la paz, la justicia social y el cambio. Ni el campesino-afro-indígena que viene haciendo los importantes y esperanzadores paros agrarios; menos aún el mal llamado sector urbano donde juegan-maestros-estudiantes-sindicatos-lgtbi-feminismo-comunidades barriales- colectivos artísticos y culturales. Están desarticulados entre los más cercanos y los más lejanos, como los urbanos (sectores), y el campo-ciudad (urbano).
Una cuestión sería, ¿bajo qué criterios de acuerdo y unidad se articularía ese sujeto político que hoy existe disperso en múltiples formas y manifestaciones? No es cualquier articulación la que se busca, sino una estrategia común y nacional que incluya todo el repertorio, actores, movimientos, partidos democráticos, de izquierda hasta independientes. ¿Cómo se teje la filigrana de ese actor político estratégico, para el cambio? ¿Será la Cumbre Nacional Agraria la que tiene la experiencia y capacidad de articularlo? ¿O será tarea de los movimientos sociales? Es un reto a asumir urgentemente, aunque no será fácil la tarea. Hace parte de la lucha de ideas dentro de la izquierda y el movimiento popular y alternativo, que nos permita avanzar hacia el logro de este objetivo político.