Mujeres sin patrón: a siete meses de la toma de la fábrica en Itagüi

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Por Isis Sofía Parra y Luisa Giraldo / Fotografía de Bibiana Ramírez

El 8 de marzo de 1857 cientos de mujeres de una compañía textil neoyorquina se sublevaron para exigir condiciones dignas de trabajo. Como respuesta fueron encerradas en la fábrica y quemadas vivas por el patrón. El 12 de febrero de 1920 en Colombia se da la primera huelga de obreras. Lideradas por Betsabé Espinal, alrededor de 400 mujeres de una fábrica de tejidos de Bello, Antioquia, detuvieron la producción durante más de 20 días, reclamando jornadas laborales de 10 horas, el derecho a usar calzado y el alza en sus salarios. En pleno 2018, detrás de una de las zonas rosa emblemáticas de Itagüí, se erige tímida una fábrica habitada por 11 mujeres que con valentía se tomaron sus instalaciones.

El evento que conmemora el quinto mes de la toma de la fábrica está anunciado. En la puerta reposan pendones de sindicatos de la ciudad  y al interior pancartas y carteleras que llaman a la solidaridad y la resistencia. Mientras algunas personas juegan entre risas un bingo, otras cocinan, practican yoga, o simplemente conocen el lugar. En el ambiente se respira un aire de compañerismo propio de quienes aún creen en las causas perdidas. Rosalba, Adriana y Dora deambulan sonrientes entre la gente y van relatando los atropellos a los que han sido sometidas para que su historia no caiga en el vacío.

Han pasado más de cien años desde aquel brutal 8 de marzo, la historia se repite y a pocos les importa. Pareciera que el olvido es una estrategia bien pensada en una ciudad que se arroja desesperada a las ideas de innovación, pujanza y progreso. Aparentemente sólo tiene cabida lo novedoso -en lo posible desechable y sin memoria-.

Historia

¿Cuánto tiempo trabajaron en la fábrica?

Rosalba: 22 años.

Dora: 23 años.

Adriana: 20 años.

Según esto, en promedio le dieron a la empresa 8395 días, lo que corresponde a 85.008  horas de sus vidas. Pese a que trabajaban de seis a siete días a la semana, con jornadas  de más de diez horas, estas mujeres sentían que corrían con la suerte de tener la posibilidad de ser explotadas con contratos estables que les garantizara el dinero necesario mes a mes para sostener a sus familias.  A toda una vida dedicada al trabajo, IAS (Integral Apparel Solutions) les agradeció con sueldos atrasados, prestaciones sociales negadas y despidos masivos.

¿Qué pasó después del 2008?
Primero, que la empresa cambió de razón social, anteriormente se llamaba Cointex, y luego pasó a ser Integral Apparel Solutions. Además, empezaron a incumplir con los pagos, redujeron el personal y sacaron maquinaria.

              Según el Código del Comercio, un cambio de razón social implica, técnicamente, sólo la transformación de un nombre, pero por un vacío jurídico muchos empresarios recurren a esta medida buscando evadir el reconocimiento de la antigüedad laboral de los empleados y las prestaciones sociales que por derecho les corresponde. IAS no fue la excepción, y al no obtener los resultados esperados, como última carta decidió liquidar la empresa y a la par, a menos de una manzana, crear otra en la que pudiera contratar de manera tercerizada y en condiciones aún más indignas a las nuevas trabajadoras. Ante los constantes atropellos y un panorama muy incierto, las trabajadoras de IAS decidieron organizarse:

Habíamos tocado muchas puertas, habíamos puesto demandas laborales porque no nos pagaban las cesantías, ni los sueldos, ni uniformes [...] Formamos el sindicato el 18 de mayo. Para el 21 de mayo despidieron a 14 compañeras, entonces las que quedamos del sindicato nos quedamos en la empresa. Y ya el 27 de junio cerraron la empresa, la declararon en liquidación, y nos dijeron que nos fuéramos para la casa y estuviéramos pendientes del liquidador, pero como ya habíamos conformado el sindicato, decidimos quedarnos aquí. Muchas de las compañeras se fueron para la casa, pero ocho nos quedamos aquí y dijimos que no nos íbamos hasta que nos dieran una carta de despido, porque como son tan deshonestos nos ponían abandono de trabajo.

Tras la formalización del sindicato SINTRAIAS, la fábrica ha sido testiga de numerosas actividades encaminadas a la exigencia de sus derechos por vías jurídicas, para lo que cuentan con apoyo de abogados y otros sindicatos que acompañan el proceso. También, se han realizado actos culturales en compañía de colectivos artísticos y estudiantiles de la ciudad con la intención de visibilizar la situación y recaudar dinero para sostenerse. Transcurridos cinco meses desde la toma, lo que era un lugar que tragaba obreras y escupía ropa interior de Leonisa y Zumba para “chicas bien”, ahora es el hogar de un grupo de mujeres que luchan por el reconocimiento de sus derechos laborales, y que con el acontecer del día a día van resignificando colectivamente sus historias, cambiando su percepción de la política y construyendo su propio criterio.

¿Ustedes creen que la organización que tienen aquí es algo político?
¡Claro! Resistir y presionarlos a ellos es hacer política, porque es que lo que quieren es que desistamos de estar aquí, entonces nuestra política es la resistencia, porque es que les da mucha rabia que estemos protestando, que les hagamos mitin para que todo el mundo los vea.
(...) la de nosotras es una política distinta, es de solidaridad, resistencia, acompañamiento, organización.

 Aunque los tiempos sean otros y aparentemente tengamos derechos y libertades, las formas de explotación estructural se perpetúan, expandiendo cada vez más y de forma descarnada la desigualdad. Por eso el llamado a la revuelta y la liberación siguen estando vigentes, pues esta mole devoradora de vida tambalea, porque se erige sobre innumerables huelgas, paros y manifestaciones que pone en evidencia que esa gran urbe pensada para los de afuera, que se atribuyen el derecho casi divino de explotar y anular a quienes no entran en el engranaje, colapsa silenciosamente.

 

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