No debe imperar el miedo

Ark chapinero jardin   Por Red de Arte y Cultura del Valle de Aburrá “El poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo, sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse?”

Eduardo Galeano

El reciente recrudecimiento de la violencia armada en el municipio de Bello, al norte del Valle de Aburrá, puso en evidencia una serie de problemas estructurales que conciernen al municipio, toda vez que las fronteras no lo aíslan de su realidad conjunta. Uno de ellos es la violencia armada de las “bandas criminales” que operan a lo largo y ancho de la municipalidad con total impunidad, recientemente recrudecida por las disputas e intereses encontrados entre esos poderes. Sin embargo, más allá de la expresión física y concreta de la violencia, esta es la manifestación de algo que no ha sido posible decir con palabras, de un conflicto social que la acompaña como su sombra: la nefasta inexistencia de políticas de bienestar social que mitiguen la desigualdad, la pobreza y la exclusión.

Un segundo aspecto tiene que ver con la ausencia de diagnósticos serios de la violencia en el municipio, con que no hay estudios que den cuenta de análisis rigurosos que permitan comprender lo que pasa. Por ello, mucha de la información difundida a través de las redes sociales sobre los hechos violentos de los últimos días, han sido mera comunicación propagandística, una manera de extender el terror mismo hasta los ojos de cada persona en las pantallas de sus teléfonos y computadores. Esto está directamente relacionado con el tercer aspecto de importancia a resaltar: la inaudita legitimidad con que gozan estas expresiones de violencia, la cultura traqueta de la violencia que ha asumido como natural la muerte y la barbarie. La ciudadanía no sienta una posición política frente a la violencia debido, entre otras cosas, a que no se comprende muy bien lo que sucede y, a lo sumo, se clama por la presencia de las fuerzas represivas del Estado, algo que no resuelve de ninguna manera la compleja situación y termina por empeorarla, tal como se vivió tras las operaciones militares en la Comuna 13 de Medellín, donde militares, policías y bandas criminales articuladas al paramilitarismo se reparten el control territorial y de las poblaciones que allí conviven.

En este sentido, la violencia referida es más que una escalada de rutina en la confrontación y no se puede desconocer su dimensión política e histórica, ya que la explicación militarista que reduce el asunto a una disputa entre grupos de criminales y que propone llenar de militares el municipio e instaurar el autoritarismo, no tiene el más mínimo sentido de humanidad y raciocinio.

Habría que enmarcar esto en el contexto nacional y regional más amplio, la coyuntura electoral que se avecina es uno de esos factores importantes a considerar, ya que una mirada equivocada de estos episodios violentos pueden desembocar en un clamor por políticas de “mano dura”, lo que significaría un mandato uribista casi perse por el militarismo y el fascismo. Otro aspecto de importancia es el proyecto de ley que el tercer gobierno de Uribe Vélez pretende adelantar en el Congreso, con el cual pretende legalizar el porte y uso de armas de fuego a civiles vinculados con la fuerza pública, algo a todas luces desastroso para los anhelos de paz en el país.

Ante la difícil situación, cultores, artistas, educadores y gentes del común en general, proponemos diálogo, palabra, profundizar la democracia, mandatos de paz desde las comunidades, proponemos movilizar el pensamiento y el sentir, juntanza para crear alternativas de vida digna .

Red de Arte y Cultura del Valle de Aburrá – Marzo de 2019.

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